Esta reforma integral trasciende la mera actualización para convertirse en una refundación del espacio doméstico. El proyecto parte de una decisión audaz y estructuralmente significativa: la demolición completa de las particiones interiores en ambas plantas. Un gesto radical que libera el potencial latente de la vivienda, transformando un conjunto de estancias fragmentadas en un lienzo continuo preparado para una nueva narrativa espacial.
La intervención no se limita a la epidermis; renueva el corazón técnico del edificio con instalaciones completamente actualizadas y aborda la eficiencia energética de manera decidida mediante la implementación de un sistema SATE. Esta mejora del envolvente no solo optimiza el confort y reduce la demanda energética, sino que también unifica la fachada, dotándola de una nueva presencia contemporánea.
En el interior, la redistribución es la clave conceptual y emocional. En la planta principal, se prioriza la creación de un gran espacio central fluido, donde las funciones de estar, comer y cocinar se entrelazan sin barreras físicas. Esta decisión fomenta la interacción, la convivencia y refuerza el núcleo familiar, convirtiendo el día a día en una experiencia compartida. Ascendiendo a la planta superior, la estrategia espacial evoluciona: aquí se genera un espacio intermedio de relación, de carácter más recogido e íntimo. Este ámbito funciona no solo como distribuidor cualificado hacia los dormitorios y otras estancias privadas, sino también como un lugar de encuentro más reservado, añadiendo una capa adicional de funcionalidad y privacidad a la vida familiar. De este modo, la sectorización estricta se reserva únicamente para las piezas de máxima privacidad –dormitorios y aseos– concebidos como refugios serenos dentro de la estructura espacial global.
La elección de materiales subraya esta búsqueda de autenticidad y calidez. La madera, presente en pavimentos y detalles, aporta una conexión táctil con lo natural y una base cálida. El microcemento, utilizado con criterio, ofrece superficies continuas y una textura mineral que dialoga con la tradición constructiva desde un lenguaje actual. Textiles como el lino introducen suavidad y confort sensorial. La paleta resultante es sobria pero rica en matices, generando una atmósfera de calma depurada, donde la luz natural, ahora omnipresente, modela los volúmenes y resalta la honestidad de los materiales.
Más que una reforma, este proyecto es una declaración sobre cómo el espacio puede moldear y enriquecer las relaciones humanas. Una arquitectura que, al despojarse de lo superfluo y abrazar la esencia material y funcional, reencuentra el alma de la vivienda y la pone al servicio de quienes la habitan.
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